Seguimos con el paseo. Dejamos los ángeles de Bernini y andando (un poquito largo) o en metro (complicado pues lo deberíamos tomar cerca de los Museos Vaticanos), nos dirigimos a la Piazza dei Poppolo. En el centro está ubicado uno de los obeliscos egipcios que fueron enviados/robados por los romanos a los egipcios en pleno Imperio. Uno estaba aquí, otro en el Vaticano (y se mantiene) y hay otros más, desperdigados por la ciudad. Mirando al Este se puede ver parte de los jardines de la Villa Borghese, al Sur, en cambio, se divisa una panorámica de varias calles, entre ellas, la Via del Corso con sus dos iglesias renacentistas (Santa Maria in Montesanto y Santa Maria dei Miracoli) dando entrada, iglesias en las cuales se exhiben varios Caravaggios.
Si seguimos, bajando por la Via del Corso, apreciaremos monumentales palacios e iglesias barrocos, y, sobre todo, muchas tiendas. Afortunadamente es calle peatonal y, dentro de lo cabe, el firme no es "demasiado doloroso" para nuestros pies. Bajando por la calle, a mano derecha, encontraríamos el sepulcro de los emperadores Augusto y sucesores hasta Nerva, pero, como ya hemos hablado de ello, nos dirigiremos más bien a la izquierda, hasta llegar a la Piazza de Espagna, a tope, por descontado, y con muchos españoles (haciéndose notar, como siempre) sentados en las escaleras que llevan a la iglesia... hmmm, cómo se llama?, ah, sí!, la Trinità dei Monti! que tiene otro obelisco egipcio en sus inmediaciones. En esta zona se erigía en el siglo I a. C. la grandiosa villa de Lúculo, un general romano conocido por sus suntuosos banquetes). El edificio de la villa, debía ocupar todo el solar de la plaza y las pendientes hasta la actual iglesia. Y abajo destaca, la Fontana della Barcaccia, de Bernini, nuevamente.
Después de dejar la Piazza y apreciar el Palazzo de Espagna, volvemos al Corso, con los pies cada vez más castigados, en dirección a la Fontana di Trevi. Cuando llegamos, ya ha pasado su ratito (sus buenos 30 minutos de castigo a los pies) y, en seguida se advierte su presencia por el tumulto de gente que tiene la necesidad imperiosa de tirar monedas para volver algún día a Roma (será que les gusta castigarse los pies)... JEJE... Bueno. El espacio que ocupa la Fontana no es enorme, es una plaza más bien pequeña, pero muy recargada y con detalles, no sólo en la fuente sino en las fachadas de los edificios que la circundan. Es espectacular. Dado que casi todo lo barroco es cuando no obra de Bernini, de Borromini, diríamos que es lo mismo en el caso de la Fontana... pues resulta que no, que es de Nicola Salvi y que se construyó en 30 años, acabándose en 1769. Cómo no?, hice todas y más de las fotos de rigor, como se muestra aquí debajo.
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