Veo el mundo entre volutas

Era una buena mujer, respetuosa, educada, colaboradora,... pero a la vez, firme y activa, cuando se trataba de defender una posición o unos derechos. Toda su vida, antes de la jubilación, la dedicó a su ocupación profesional como maestra de escuela, y a cuidar a su marido e hijas. Era una familia "a la antigua usanza". A poco de jubilarse, que es el momento en el que una persona, puede, o deprimirse y arrojarse por la ventana, o, por el contrario, animarse y vivir una "segunda juventud", su marido falleció, víctima de un cáncer que larvaba su cuerpo desde hacía años. Las hijas ya hacía años que vivían su vida con lo cual, se vió súbitamente abocada a una existencia con bastantes elementos para la soledad, la tristeza y la depresión, si exceptuamos su firme espíritu independiente, que gozara de buena salud y fuera de talante animoso. Por fortuna, esa buena salud y ese espíritu animoso le han permitido vivir casi 20 años más, en los que fue capaz de mantenerse activa y en un estado de salud "razonable". Anteayer, en cambio, el cuerpo le falló. Yo la había visto por la mañana ir a hacer "sus cosas" caminando por la calle a buen ritmo. En cambio, por la tarde, con una de sus hijas de visita, empezó a sentirse mal, al principio parecía una indigestión pero poco a poco el dolor, a la vez que la palidez y frialdad de la piel fueron aumentando. Ingresó en el hospital y falleció a las 11 de la noche. No tenía problemas de salud graves pero parece que tuvo un "derrame" interno (una rotura de aneurisma, ¿quizás?) y se fue desangrando, poco a poco, durante la tarde y noche. Se me antoja que fue una muerte apacible, una muerte serena, una muerte con la sensación de haber vivido una vida plena, llena de esfuerzo, una vida intensa siguiendo unos valores muy personales, que había dado sus frutos o que, simplemente, había servido para no pasar al otro mundo... de puro aburrimiento.

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