Veo el mundo entre volutas

IconMi reflexión sobre el mundo a diario (o casi). Menos para el público y más para mí mismo.

La Barcelona sádica y macabra

Poca gente imagina que cuando pasea por algunos de los lugares más turísticos de Barcelona, donde admira y hace fotos de los monumentos (o de las "escenas cotidianas"), toma algo en las terrazas (o en la calle), asiste a espectáculos callejeros, etc, etc... hace más de 100 años, la gente de la época venía a hacer básicamente lo mismo: poblar en abundancia esas calles, admirar monumentos (básicamente iglesias), tomar lo que vendían los vendedores callejeros o ser robada por carteristas (esto último también pasa ahora) y asistir a espectáculos callejeros, sólo que en la época podían ser "ligeramente" diferentes.

Porque la última ejecución pública -uno de los espectáculos "ligeramente" diferentes de que hablo- se celebró en el solar de lo que ahora es un instituto de enseñanza secundaria. Eso no quiere decir que fuera la última ejecución pero sí fue, efectivamente, la última pública. Las formas de ejecución en la capital catalana no eran diferentes de las "usuales" en otros países desde la Edad Media a juzgar por lo que muestra el escritor Joan de Deu Domènech en su último libro "L'espectacle de la pena de Mort" (La Campana). En él se presenta la historia de las ejecuciones públicas en la ciudad condal, suplicios que podían acabar o no en muerte, la horca, las decapitaciones e inmersiones en agua reservadas a los nobles, la hoguera --generalmente de cadáveres, pero no siempre--, los fusilamientos y, finalmente, el garrote vil.

En sus páginas se puede seguir el itinerario macabro de la muerte institucionalizada. Así por ejemplo, bajo las terrazas de la plaza del Pi, hoy pobladas de turistas, se encontraba el osario al que se trasladaban los restos mondados de los colgados en la Creu Coberta. En la esquina de las calles del Taulat y Llacuna, el Canyet, se pudrían los homosexuales y herejes que no merecían ni una sepultura digna. En las calles de la Llibreteria y la Bòria, empezaba la procesión de los condenados a los que se les amputaban puños, orejas o nariz y raramente llegaban vivos a los cadalsos de la Boqueria, el Rec o el actual Pla de Palau, etc, etc...

Más info aquí y en las páginas de la editorial.

 
 
 
 

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