Todo el dolor del mundo se concentró ayer en el juicio del 11-M. Media docena de víctimas de la tragedia contaron ante un público demudado cómo vivieron los primeros momentos de la tragedia, cuando imperaban el caos y el terror. Algunos perdieron a seres queridos. Otros permanecen con traumas psíquicos. Uno tuvo la fortuna de encontrar con vida a su mujer entre los escombros.
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Porque por encima de las historias de tramas más imaginarias que reales inventadas por algunos políticos peperos y sus medios afínes (COPE el Mundo, Libertad Digital), están las víctimas y no de una forma genérica, fría e impersonal y hasta calculadora, sino, víctimas con nombres y apellidos y experiencias personales terribles, que en muchos casos o aún no estan superadas o quizás nunca lo lleguen a estar. Es cuando jode más ver, no sólo la mentira, sino el vergonzoso olvido que ha demostrado el partido de esos políticos hacia las víctimas: estaban más preocupados por "salvar el culo" de algunos dirigentes que el tiempo está poniendo en su "miserable" lugar y recuperar una maltrecha imagen "repartiendo mierda a diestro y siniestro", que no por "hacer tabla rasa" en su propia casa y estar por lo que tenían que estar... Duele ver ese olvido, duele y hace comprensible que la actitud de esas víctimas directas o sus familiares sea la de reclamar máximas penas a los culpables y responsabilidades a aquellos que miraron a otro lado y que después han estado jugando con su dolor. Finalmente, también duele ver a aquellos que esta historia les deja indiferentes, cuando no se empecinan en creer historias dignas de psiquiátrico que hacen dudar (cuanto menos) de su cociente intelectual, o que, simplemente, les hace ver el hecho en sí como algo más político que otra cosa, olvidando que ellos también podrían haber viajado en aquellos trenes.
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